Tuesday, January 29, 2008

Estados financieros


Dos tradiciones distintas, producto de traumas económicos opuestos, gobiernan las acciones enérgicas de los Bancos Centrales, a uno y otro lado del charco. Al Oeste, la temida recesión, al Este la resistente inflación. Y dominando las acciones de ambas autoridades monetarias, los inmensos y globalizados mercados financieros. 

Antes de que estallara la crisis hipotecaria en EE.UU., producida por el fallo de todos los controles propios del tinglado financiero, desde las agencias de verificación del crédito hasta las de valoración de las aseguradoras "monoline" (en el país de los "checks and balance"), el Banco Central Europeo sólo tenía en mente la subida de tipos de interés, para enfriar una economía europea calentada por la productividad alemana. 

Tras la mirada de medusa de las hipotecas subprime a todo el sistema de préstamos interbancarios, la crisis del banco inglés Northern Rock y el escándalo de Societe General con la burla de todos su sistemas de seguridad para acabar perdiendo más de 4000 millones de Euros y provocar el mayor "crash" de la bolsa en muchas décadas, el fantasma de la recesión parece haberse tragado de golpe lo que ahora parece tan sólo una inofensiva amenaza de indigestión. 

Sin embargo, este aperitivo indigesto de inflación, oculto por los turbulentos acontecimientos financieros, se podría curvar hasta la espiral. El cuello de botella asiático, con China al frente, limitando el crecimiento potencial occidental por competición en materias primas escasas, la inyección de liquidez por parte de los bancos centrales y las políticas fiscales de reactivación del consumo familiar hacen más vulnerables al sistema frente a la estanflación. 

Al modelo económico español, de lleno sumergido en las pantanosas aguas del pelotazo inmobiliario, el lavado de dinero negro y las burbujas bursátiles, y con una clase política compuesta por financieros y cúpulas de partido, no le podría haber ido mejor este recetario. 

De él se beneficiará, momentáneamente, la cándida generación de nuevos ricos con el agua al cuello y dos casas: una para especular, la otra para la vanidad; los asalariados, que pagan con el Fondo de Reserva de la Seguridad Social las comisiones de custodia bancaria por operaciones en bolsa para asegurar sus arriesgadas pensiones indexadas; y los "optimistas profesionales" de la política, que podrán hacer promesas imposibles de aumento del gasto gubernamental ineficiente. 

Todo ello, a costa de maximizar los riesgos económicos para el irrepresentado ciudadano europeo.

Friday, January 25, 2008

Cambio climático

Reproduzco a continuacion el maravilloso, hermoso texto de David L. S. publicado en el diario de la Republica Constitucional.
Cuando el sol, al descolgarse sobre el puerto, aviva el fuego de las fachadas, la lengua del Sur se desgrana pepita a pepita. No hay nada mágico en ello; tal vez una ensimismada recreación de la Naturaleza. Distinguir, en el asedio cotidiano de la vulgaridad, el refugio de una puerta, de un balcón lleno de macetas, de unas calles de trazado imposible, de una azotea henchida de sábanas que son como buches de paloma, sólo está al alcance del oído temperado, capaz de traducir lo que el viejo Sur repite en su plegaria: «Desborde el mar la sombra del hormigón y el esqueleto de la grúa. Yerme el hambre de las torrenteras los pastos estériles del ocio; conviértase su verde espurio en la verdad del ocre y la ceniza. Recupere el índigo su reino y proscriba la fosforescencia de las calles, donde el ruido tiene forma de adolescente impúdico. Ciérrense las mandíbulas trituradoras del lenguaje; vacíese la voracidad de los estómagos. Unza el arado la noche purificadora. Y recorra el noto una nueva brisa -la mía- que traiga la voz de aquellos náufragos que aún aguardan un mar al que arrojarse y ser salvados. Y crezcan, de mi reino desnudo, las primeras cicatrices del ábrego. Y surjan, entre las ruinas de la invasión, las dunas nómadas, las calas recónditas, las paredes de pizarra, la raleza del tomillo y de la pita. E inflame con luz blanca las suaves elevaciones calizas que son los nervios de mi cuerpo. Y sobrecójase el alma en cada puesta de sol. Y regrese el paisaje dentro de los hombres; que lo que en realidad capten los ojos no sea más que un reflejo infinitamente horizontal del corazón. Y deslícese la Naturaleza sin desbocarse en mí, en el exhausto Sur, donde los caminos guían, no impelen, donde todo es cercanía y recurrencia. Y si así no fuese: Acuda a mí el Dolor y restituya/ la herida que más duele; arrebate/ el corazón que sólo siembra duda;/ llévese el sol que ciega, el mar que invita .»
David L.S.